Molinería Pérez Gil. Tradición, familia y amor.

    


Dame gofio, madre querida, que esta noche viene fría y el joven millo está esperando su agua de manantial.

Bejeque, El gofio del sustento.

    

     El olor me llamaba poderosamente; lo seguí como una sabuesa hasta que hallé la puerta y allí, en el umbral del molino Pérez Gil, el efecto túnel fue llevándome atrás. Las imágenes fueron cambiando y Olga y  sus hijos siguieron trabajando en el oficio sin que apenas hubiese cambiado nada desde 1949.

    El túnel del tiempo se detuvo en mis ocho años y, como en un sueño, mi abuelo me llevaba de la mano. Salíamos de la vaquería y yo llevaba una lechera pequeña que dejábamos en casa de abuelita Rosario, una paradita más frente al molino, unas palabras con Antoñito el molinero y, de nuevo, el olor a gofio recién molido.

    Olga me recibe con una sonrisa que me abraza los recuerdos, igual que mi abuelo me aferraba la manita, y ya se quedó esta mujer para siempre anclada en mi pecho. Ella y sus hijos me llevan por todo el local enseñándome cada rincón, desvelándome los entresijos de la faena diaria y me acogen en su seno con un cariño especial que hace sentir a una plena, llenita de cariño como el gofio que muelen, igualito, hecho con mimo y tradición.

    Entrar aquí es volver a mi infancia desde el olor a gofio calentito y recién molido; el bigote de leche después de merendar en la vaquería de abuelo, las descamisás en verano, el pueblo de mi niñez. Y si me voy atrás, más atrás en el tiempo, las épocas en las que el gofio era pan y sustento del pueblo canario, como canta Bejeque en su canción "El gofio del sustento".

    Ya no hay maquilas ni afrechos, pero la familia entera, y ya van tres generaciones de molineros, sigue manteniendo vivo el oficio limpiando, tostando y moliendo con amor y esfuerzo cada grano que entra en los silos y se convertirá en el rico gofio, como el que me llevo hoy en un cartucho, o en frangollo, que también me llevo un poquillo porque, les cuento un secreto, Olga me dio su receta especial y no puedo esperar a catar el dulce. 

    Y para esto decide una dedicarse a noveleriar y saber de cómo fueron las cosas una vez, para entender cómo pueden seguir siendo, viviendo eternamente y no solo en el recuerdo. Porque la desmemoria es mala, cónchale, y no quiero lamentar mañana  el olvido de un oficio que hoy sigue siendo y alimentando con un bien tan nutritivo como saludable y hecho aquí, al ladito de uno, en el corazón de Vecindario. 

    Por suerte, ellos siguen al pie del cañón día tras día, y me seguirán dejando el gofio y trayéndome de vuelta los recuerdos que guardé. Gracias Olga, Adrián, Dayra y Mireya por el olor de mi infancia, por su tiempo que es oro y el cariño que desprenden.


Con tus manos, mujer canaria, frente a una piña de millo, descamisabas el fruto que al canario dio esperanza.

Bejeque, El gofio del sustento.





Comentarios

  1. Qué bonito Yudy, gracias por llevarnos a nuestra infancia.

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  2. Uuuffff mis niños y sobre todo su madre,que cuando IVA a comprar el gofio para mí negocio siempre eran y son muy amables ,y siempre a mi nieta le daban algo ,y ella con el niño no se llevaba muy bien ,jjjjjj

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