miércoles, 3 de junio de 2020

El mato y yo



             El ayuntamiento me ha plantado un mato al lado de la entrada de mi casa, justo en frente de la ventana que da luz al salón. La acera mide 50 cm de ancho y el parterre 40x40, de tal forma que quien venga andando por la acera debe bajarse, pasar el arbolito y continuar de nuevo el camino subido al bordillo, pues no es cívico caminar por  el medio de la carretera.

            Mire usted si no había espacio en toda la calle para plantar el arbolito. Una glorieta más abajo, un parque justo en frente, en fin, metros y metros de acera un poco más arriba, donde todo es más nuevo y las calles son más anchas. Pero no. Al ingeniero de paisajes que diseñó todo esto sobre el papel, le pareció que al casco antiguo le faltaba verde y éste fue el lugar elegido.

            Oiga, que el mato está bonito, eh, yo no le digo a usted que no, pero sepa que lo regaron el primer día y ya no han vuelto más. Lo riego yo con mi manguerita y el agua de mi casa. Tres escritos administrativos llevo ya puestos en las oficinas del ayuntamiento y nada que vienen. Cuando veo al muchacho de la cuba del agua, que ya lo tengo acechao y sé cuándo vienen a regar en frente, lo mando parar y el pobre, a pesar de que me dice que no hay orden de riego para este árbol en concreto, le echa una regadita y lava las hojas pa´ que brillen y respiren de tanto polvo. Pero se comprende que anda de vacaciones y el operario que pasó hoy ni caso me hizo. Así que con todo el trabajito que me cuesta, conecté la manguera, la arrastré hasta la calle, volví para adentro y abrí el agua. Y en esas andaba yo; regando el mato, que bien que ha hecho calor estos días atrás, cuando se me acercó una señora.

     - Oiga, señora, que no se puede echar agua a la calle.

            Yo la oí claramente, las cosas como son, pero no me dio la gana contestarle porque enseguida recordé toda esa gente de esta misma calle que lavan los coches frente a la puerta de su casa y nadie les dice nada. Y oiga, eso sí que no se puede, que hasta jabón corre cuesta abajo. Pero yo, ¡yo!, que sólo estoy regando un mato en la puerta de mi casa, un mato que yo no pedí, pero que tampoco mantienen y que, si yo no riego, se muere.

            Y es que yo le dije al chiquito de la oficina, en el último escrito de queja, que yo movía el árbol y lo metía en el patio de atrás de mi casa y lo plantaba al lado del flamboyán, ¡y bien de sombra que me iban a dar los dos!. Pues no, eso tampoco podía ser porque el ficus es propiedad municipal y yo entonces estaría delinquiendo. A mis años, ¿se imagina? Lo dejé estar, pero me fui amarga pa´mi casa.

            Y volviendo a la señora. Total, que como no le contesté, la doña enfurruñada ya, me insistió:

     - Oiga, que si la policía viene y la ve, le multa.

            Y yo ya no pude con eso y le rezongué.

     - Pues que venga la policía y me multe, que ya me encargo yo de pagarla.

            Y seguí regando el mato tranquilamente y a ella no le quedó más remedio que marcharse como mismo vino. Bueno, creo, un poco temerosa de acabar regada y chorreando como el ficus. Y es que ya me tenía cargadita la muy metusa.

            Entiendo que al llegar a su casa les llamó a ustedes, agente, porque lo siguiente ya lo saben. Aquí me tienen, a mis 93 años, ¡vergüenza debería darles! Si total, yo no tengo culpa de que me asustaran de esa manera. A las personas mayores hay que hablarles de frente, que después pasa lo que pasa. Una se da la vuelta de repente y, con el susto metido en el cuerpo, no controla el chorro de agua y así están ahora, ¡como una sopa! Ahora les digo, porque ustedes quieren, porque con ir adentro a cerrar el grifo tenían.

            A ver, dígame de cuánto va a ser la multa, porque me da que la puerta se quedó abierta y se me va a escapar el gato. Y ya que estoy aquí, ponga otra queja pa´ que vayan a regar el mato. Orden de riego, como me dijo el chiquito de la cuba. ¡Anda que no les lleva tiempito el riego si cada arbolito necesita de una orden pa´ vivir!


                     Yudeyna Santana









Lady Yu

Lamento de un elemento

          El pico rompía la piedra con la fuerza que le daba aquel brazo ya cansado, agotado y hambriento del hombre que lo usab...