viernes, 18 de febrero de 2022

Mía

 

       

        Fue forzada desde el más absoluto silencio, obligada a mantener aquel oscuro secreto bajo duras amenazas. Un dolor que marcaba sus días aun cuando sus entrañas curaban las heridas.

        Fruto del trauma crecía en sus adentros el ser para el que no tenía explicación de cara al resto. Le quedaba fingir devaneos inexistentes, inventar un progenitor sin cara ni nombre; un desconocido. Así sería más sencillo, se dijo. Se convenció de que la mentira la liberaría de una verdad dolorosa y de que, borrando la identidad de la bestia, el dolor desaparecería.

        Y le funcionó hasta que tuvo entre sus brazos al bebé y supo que era niña y que, al crecer, sería mujer como ella y no quiso creer más sus propias mentiras. Sacó valor para señalar el dolor, la causa, el efecto, los daños y, mientras lo hacía, la juzgaron y criticaron. La sometieron a la crítica más cruel y le negaron el derecho a defenderse. La presunción de inocencia de su bestia se volvió en su contra y la convirtieron a ella en culpable en lugar de en víctima. Mientras enfrentaba sus miedos, la verdad se cruzó con la mentira atravesando los límites de la cordura rompiendo el hilo que la ataba a la realidad y ni tiempo tuvo de poner nombre a su bebé.

        _ ¿Cómo se llama la nena?

        _ No lo sé; solo sé que es mía, solo mía.

        Sin más respuesta que esa, la niña crecía mientras su madre pasaba los días llamándola "mía, cosita mía, linda mía...". Mía, mía, mía... Y Mía pasó a llamarse el fruto de su dolor. Mía era también su futuro y su oportunidad de no cometer el mismo error. Aun con la cordura rota, estaba segura de que la pequeña sabría que callar no es una opción porque el silencio es la auténtica locura.

Lady Yu

Lamento de un elemento

          El pico rompía la piedra con la fuerza que le daba aquel brazo ya cansado, agotado y hambriento del hombre que lo usab...