viernes, 25 de marzo de 2022

Ave Fénix. Benahoare.

          

 

        Escuché a los vecinos manifestarse por sus derechos y ví a Mariano escucharlos mientras, en la calle de al lado, los dirigentes del país se reunían.

        Sentí sus penas y pensé en lo grandes que son después de todo lo que han vivido. Me sentí pequeña mirando y escuchando, leyendo sus carteles cobijada bajo los enormes árboles de la plaza. Cuánto más habrán de crecer todos ellos, pensé, con lo que aún les queda por vencer aun habiéndose apagado el volcán. Su lucha no es chica ni corta y no acaba porque la lava se detenga.

        "Un lugar donde vivir, Mariano", les oía y a él veía escuchar, atender, comprender y en sus caras se leía claro que se entendían, que se comprendían ambos lados porque todos SON La Palma.


          Me impactó ver una imagen que en nada se parece al paisaje de los Llanos de Aridane que hace menos de un año me llevé en la retina grabada. Tajogaite miraba desde lo alto, con sus faldas manchadas de azufre, cuán largo había sido su camino hasta el mar, regando hijos de lava secándose, apagándose de afuera adentro, negra, desoladora. Una huella que solo me deja ver los restos de los techos que ahora mi mente solo recuerda.


        El viento sopla fuerte y esa ceniza que todo lo baña entra en mis ojos sin permiso. Los cierro, suave y consciente, dejo que lloren y que las lágrimas se lleven sus restos mejillas abajo. No los toco ni restriego, no quiero que me haga daño y me impida seguir viendo qué bonita sigue siendo la isla. Fuerte, auténtica, artesana, amable y única. Una y otra vez entra y sale el polvo negro de mis ojos y mi mente no se hace a la idea de meses enteros de este llanto negro.

        Todas las imágenes que día a día ví en las pantallas no hacen justicia al sentir, al vivir, al estar aquí y saber que todo cambia. Inevitablemente, me siento pequeña ante la naturaleza y su fuerza pero, créanme, me siento aún más pequeña ante los palmeros y su entereza.

          FUERZA, PALMEROS



jueves, 10 de marzo de 2022

Despierta, mamá

  

  


        - Mamá, despierta.

        La zarandeo y la llamo cada vez más alto, pero mamá no se mueve, no responde.

        - Señora, ¿me ayuda?. Mamá no se despierta.

        Sabe que estoy asustado, pero sabe hacer su trabajo. Me tranquiliza mientras intenta que la gente a nuestro alrededor no note lo que ocurre.

        La señora hace tan bien su trabajo que ha conseguido que ni siquiera yo me entere de que mamá ha muerto mientras sobrevolábamos el mar rumbo al continente.

        Mamá se quedó en el cielo soñando, como tantas veces, que llegábamos sobre las nubes al lugar de nuestros sueños.        

Lady Yu

Lamento de un elemento

          El pico rompía la piedra con la fuerza que le daba aquel brazo ya cansado, agotado y hambriento del hombre que lo usab...