miércoles, 23 de agosto de 2023

Frenopático


     Lo tuyo es frenopático, le dijo antes de darse la vuelta y dejarlo mascando el aire, rumiando aquellas palabras. Porque Obdulio sabía que lo estaban insultando, más por el tono de la frase que por conocer aquella palabra.

     Así que tuvo que tirar de diccionario para cerciorarse y descubrir que aquel termino era una antigüedad lingüística para denominar a la psiquiatría.

     «Oh, pues, no va y me llama loco. Me insulta, y encima por dos veces, que me dice idiota y tengo que ir al diccionario pa saber que soy loco. Pues a mí finuras las justas que, “frenopútico” y todo, a uno le sobran entendederas pa saber cuándo tiene delante a un firulais queriéndoselas dar de listo. Cojo el sacho y lo escacho, sin locuras ni nada, solo pa que se ubique».

     Y así, como todos los días, Obdulio volvía a casa tras encontrarse con el maestro de la escuela rural; atacado de nervios, pero aprendiendo una palabra nueva cada vez.

miércoles, 2 de agosto de 2023

Me acuerdo





ME ACUERDO


    “«Mira pa’ los dos lados antes de cruzar»”, me dijo mi abuelo antes de dejarme. Me
acuerdo de mi viejito yendo calle arriba, mirando al frente tras la advertencia, con el saco
de piñas a la espalda y saludando a unos y a otros sin dejarse a nadie en el olvido porque
“«mi niña, acuérdate pa’ que te recuerden»”, decía. Sin estudios mi abuelo, pero tan
correcto, educado y formal como el mejor bachiller. Tan del campo él como una amapola,
silvestre y hermosa.


    Me acuerdo que al otro lado de la calle Marygenia bajaba la cuesta tratando de
mantener el equilibrio sobre unos tacones destartalados, sufridos de tanta carrera. Se
subía el vuelto de la falda, que nunca era suficientemente corta, y se ajustaba el sujetador
al bajoteta sin soltar a su mejor amiga que descansaba calentándose en el hueco de su
sobaco que olía ya, a temprana hora, a pleno agosto, a fiesta desmedida, a sudores de
otros cuerpos. Su amiga no lo siente porque es de vidrio verde, pero ella la llama JenniBé
y la trata con un cariño que no le da a sus hijos.


    Me acuerdo de la quemazón del asfalto arrasándome el cuerpo mientras se me
grababan en los ojitos los bajos del coche. Recuerdo no escuchar un frenazo porque,
supe después, el señor nunca pisó el pedal del centro pero sí el derecho para salir rápido
a la fuga.


    Maldita mi suerte si la única testigo que tenía era Marygenia que muy segura
declaró que a ella le bailaban los números en la cabeza pero que JennyBé recordaba la
matrícula al dedillo. Pero fue la primera en socorrerme, pobrecita, sin quitarse los tacones
y corriendo en zig zag como si la niña tendida en el suelo se moviera de un lado al otro y
ella no llegara nunca a alcanzarla. Me acuerdo, lo juro, maldita, juro que me acuerdo del
aliento de JennyBé, del escozor que  provocaron en mi carita aquellas últimas
gotas del fondo de su alma y la cara de espanto de Marygenia al agacharse sobre mí.
“«Ya se murió, cachorrita, como un perrito en mitálacalle»”.


    De ahí en adelante no recuerdo más, pero de seguro por todo esto yo compruebo
tres veces antes de cruzar, ando sobre planos y no soporto ni oler el J&B.



Lady Yu

Lamento de un elemento

          El pico rompía la piedra con la fuerza que le daba aquel brazo ya cansado, agotado y hambriento del hombre que lo usab...