martes, 26 de mayo de 2020

Ser canario, hablar canario

SER CANARIO, HABLAR CANARIO



                    Un día, mi abuela me dijo: “Yudy, mi niña, tráeme el batidor”. Yo fui a la cocina y muy tranquila le llevé el batidor de varillas metálicas, el de batir los huevos de toda la vida. La cara de ella era un poema cuando llegué y le dí aquello. “Pero, ¿tú cómo quieres que yo me peine con esto, muchacha?”, me dijo reprimiendo la risa. “El peine, mi niña, el peine”. Y fue entonces, al ver el gesto que hacía con la mano sobre su pelo, como si de verdad lo estuviese batiendo, que entendí a lo que se refería.

                    A partir de ese momento, sentí una enorme curiosidad por las palabras. ¿Por qué en algunos lugares se llama a las cosas de una forma y en otros de otra? Con los años, fui cosechando, a base de escuchar, practicar y repetir y, sobre todo, de verlo en mi familia y entorno, un extenso vocabulario único en el mundo. El nuestro, el canario.

                    Me siento orgullosa de mi acento, sembrado por varias culturas, cosechado y perfeccionado con los años por generaciones de canarios que nos han legado una joya cultural traducida en palabras bellas de sonidos suaves, acompasados, mágicos.

                    No es esta la intención de un sentimiento ensalzado por un día en concreto, que no es más que  otro cualquiera en el calendario y que simplemente nos recuerda que todo tiene un tiempo. Esto es solo lo que me dicta el corazón cuando escucho frases que me chirrían en los oídos y que, como decía mi abuela, “matan a un baifo” cada vez que se usan y se dan de lado nuestros vocablos para reemplazarlos por los impuestos y supuestos correctos.

                    Esto no es más que un grito, desde mi humilde opinión, que no quiero reprimir para poder decir en alto que ser canario, hablar canario, es un orgullo para el corazón de un isleño.


Yudeyna Santana

11/05/2020

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