lunes, 12 de octubre de 2020

Orejitas abanadas

    




     Marilú me preguntó un día por qué yo tenía una oreja “abaná” y la otra pegadita a la cabeza. Yo no supe qué contestarle, la verdad, solo me eché las manos a las orejas y me quedé pensando, recordando.
     Repasé uno por uno a los componentes de mi familia, clasifiqué y me di cuenta de que un gran número de ellos tenía, como yo, las orejas adornadas de esa peculiar manera.
     Recordé entonces las técnicas perfeccionadas durante generaciones para lograr la estética familiar tan cuidada y mimada. 
     La oreja abanada había sido sometida a pruebas de elasticidad tras, sobre todo, alguna trastada. El cartílago era estirado, apretado, sin llegar a
despegar el pabellón de la cara, hasta que quedaba claro el mensaje a transmitir. Era un arte valioso, duro de aprender y para el que se necesitaba una destreza especial para practicarlo.
     La oreja más achatada, recatada, digamos aplastada contra el cráneo, había superado las más duras pruebas de sonido conocida más comúnmente como “trancazo en el zozo del oído”. Obviamente, esta última tampoco era gratuita y venía a ser el premio a una
desobediencia o malcriadez.
     No sabía cómo explicarle todo aquello a Marilú, así que le dije que eran cosas de
ingenieros, que en mi familia sabían mucho de eso. Y ella, la pobre, conociendo nuestro humilde origen labriego, se quedó mascando el aire buscando en mi árbol genealógico a aquel prodigio capaz de ingeniar tales morfologías.
     Yo, mientras tanto, miraba sus orejas y pensaba en la suerte que había tenido Marilú que, aunque no tenía las orejas bonitas, alguien se había encargado de emparejárselas bien abanadas.

1 comentario:

  1. Ay Yudy, dile a Marilú que es una seña de identidad, única en tu familia. Especie en peligro de extinción. Enseña fotos y verá que sacia sus dudas. Ahhh, yo no tuve esa suerte. Jajaja

    ResponderEliminar

Lady Yu

Lamento de un elemento

          El pico rompía la piedra con la fuerza que le daba aquel brazo ya cansado, agotado y hambriento del hombre que lo usab...