Maruca. El traje de la memoria.






     Cuando mi abuela recitaba, cantaba o simplemente contaba historias, estaba sembrando semillas.
No eran semillas llevadas por el viento para germinar lejos, sino semillas plantadas cerquita, en su propia tierra: sus hijos y sus nietos. Y sin saberlo, cada día regaba esa tierra con su voz.

Hoy, alrededor de Maruca, varias generaciones nos dejamos vestir por sus relatos. Ella fue hilando recuerdos como quien cose con paciencia retales de tela. Igual que cuando confeccionó aquellos primeros trajes que lucieron los legañosos, hoy nos regaló una prenda única: la alegoría de su memoria.

Ella, sin saberlo, nos estaba uniendo con nuestro pasado. Al relatarnos las vidas de quienes fueron el árbol del que nacimos, nos afianzaba sobre esas raíces invisibles. Recuperábamos un pasado del que no éramos conscientes, y salíamos más ricos en memoria y conocimiento.

Hoy entiendo con claridad por qué Maruca, y tantas mujeres de mi familia, siempre dijeron con orgullo: “soy pastora”.
Detrás de ese “ser” se esconde un significado inmenso: el testimonio de mujeres fuertes, luchadoras, que sembraron no solo semillas de vida, sino un legado. Pastoras con nombre y apellidos que, sin pretenderlo, nos enseñaron a mirar el mundo con nobleza y resistencia.

Porque luchar por ser, tener y sobrevivir en un mundo dominado por hombres no estaba reñido con abrir la mano y compartir con el prójimo lo poco o lo mucho que se tenía.

Sí, soy pastora, y a mucha honra.

Recordemos siempre que quien empieza a subir puede volver a caer. Y es ahí, en el suelo, donde mejor se ve el mundo que uno no quiere. Y si uno es bueno, cuando está arriba, tampoco desea ver a nadie abajo.

Gracias, Maruca, por recordarnos —desde el brillo de tus ojos y desde el orgullo del soy pastora— que venimos de una casta hecha a sí misma, humilde y buena. Gracias por devolvernos una historia que nos une, por cerrar ciclos y abrir puertas a nuevas preguntas que nos hacen crecer. Gracias por sembrar palabras desde tu memoria, para que florezcan en su mejor tierra: tu familia.

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