viernes, 9 de diciembre de 2022

Lady Yu

    Yo debí ser, estoy segura de ello, en alguna de mis otras vidas una señorita inglesa del siglo XIX (y a tostar millo los que ahora piensen en locura o enajenación, que una es libre de imaginarse como le dé la gana). Creo que esa esencia que escapó siglos atrás de un cuerpo muerto vino a descansar en una figurita de porcelana del salón de casa de mi abuela; viajó buscándome y allí esperó hasta que nací en aquella camita de la planta baja.
 
    No es solo cosa del té inglés (con leche y puntita de azúcar), no es solo la obsesiva necesidad de llevar sombrero, paraguas y guantes a la muñeca, ni siquiera el impulso incontrolable de meter palabras inglesas en medio de mis conversaciones (cuanto más antiguas y rebuscadas, mejor). Me temo que mi yo victoriano me visita cada noche para recordarme en sueños que las almas se renuevan para seguir creciendo. Ella, Lady Yu, quiere salir del pasado, volver al presente, recordarme cuanto he olvidado y que le enseñe todo lo que se está perdiendo.   
   
    Cada mañana soy más ella, o ella es un poco más yo, no lo sé, pero el té sabe mejor cada día y los días grises se me antojan, no lo sé...

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