viernes, 4 de septiembre de 2020

El pasado deja huellas para el futuro

     

    Tuve suerte de conocer a casi todos mis bisabuelos. Los que más Tomasito y Rosarito, los dos por el lado de mi madre. 

    Tomasito era el padre de mi abuela y venía todos los días a almorzar, se echaba una siesta sentadito en el sillón de debajo de la ventana con el cachorro puesto sobre la cara. El hombre pegaba unos pellizcones que picaban hasta tres días más tarde pero, cuando venía mi tía Olga a despertarlo con el carajillo en la mano, se me olvidaba el pica pica. Nos poníamos en fila los más chicos y él nos iba dando sorbitos de aquella bebida negra tan amarga que dejaba un regusto raro en el paladar y en el fondo de la lengua. “Mójate los besos na más, animalita”, era lo que me decía antes de pasar el vaso al siguiente de la cola. Y a mí me daba una morriña al rato de beberme aquello que me quedaba quietita como un muñeco en el sillón, sin mover una pestaña, luchando por que no se me cerraran los ojos. “Ya se quedó sorimba”, era lo que oía de labios de mi abuela antes de caer frita con la baba por fuera. 

    Rosarito era la madre de mi abuelo, pero a ella había que llamarla Abuelita siempre siempre porque era lo que a ella le gustaba. Dulce, amable, toda tranquilita siempre tomando el fresco sentadita en su sillón de mimbre en la entrada de la casa. Te veía llegar y “Ay mi niña, ¿y tú de quién sos?. De Nieves, abuelita. Ay, sí, Nanita”. Y te pellizcaba los mofletes con cariño y detrás una palmadita suave “Naniiita”, mientras retorcía la lengua y se la mordía “Nanita jejeje”. Como cuando uno quiere estrujar algo fuerte porque lo quiere mucho mucho pero no puede, así era el Nanita con la lengua retorcida; el gesto de cariño más antiguo que tienen mis recuerdos y se mantiene vivo aunque ella no esté.

     Todo se mantiene vivo aunque ellos ya no estén. Porque cuando Andrea y Maruca ven a los más pequeños también retuercen la lengua y se la muerden, igual que Paqui y Chano, que también lo hacen y pegan pellizcones de cariño como los de abuelito Tomás y te escuece tres días que son los que te estás acordando de ellos hasta que se te pasa. Porque cada quien, en cada casa y familia, tiene sus propios gestos de cariño. 

    Nunca más probé un carajillo, pero es nombrarlo y se me llena la boca de ese sabor y, como magia, aparece la morra que me deja sorimba y sorbiendo babas cargadas de recuerdos. No me veo en un espejo, pero ni falta que hace para saber que cuando algo me enamora tanto que las palabras no lo saben expresar, me muerdo la lengua, la retuerzo y pa dentro digo Nanita.

     Y qué le va a hacer una si el pasado va dejando huellas para el futuro, siempre siempre.

10 comentarios:

  1. Un pasado lleno de recuerdos, Yudi

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  2. Muy bueno. Ameno y aunque las experiencias sean distintas logras que quien lea se identie fique. Me gusta mucho

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  3. Hasta a mí me has traído muchísimos recuerdos con ese ¡Nanita! Es tal cual lo describes, que buenos recuerdos. Gracias

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  4. Me emocionas 😢. ¡Que recuerdos! 😘

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  5. Cómo me has emocionado....!!!todos son recuerdos y si que marcan,un presente,un futuro...LA VIDA.
    Gracias por escribir tan lindo.😘

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  6. ¡Qué bonitos recuerdos! Gracias por escribirlos Yudy y sacarnos una sonrisa al echar la vista atrás❤️

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