¡Jiesus, mi niña, sentarme yo, ni por cuánto! ¿Tú no ves que todavía tengo que colocar estas manillas de plátanos en la entrada?
Y allá que voy, cojo la caja de entre sus manos, y coloco los plátanos en el mostrador.
Mire, conchita, ¿y usted se saca una foto conmigo?
Uy, que no tengo los labios pintados ni nada. Vale, pero aquí, en las aceitunas, que llevan mi nombre. Que se vean bien bonitas.
Y así eché yo el ratito esta mañana; entre aromas y recuerdos de Santa Lucía de Tirajana. Maravillada con la soltura con la que mamá Conchita sigue llevando las riendas del negocio familiar a sus 84 primaveras. Aunque ella dice, "ya hace años que me jubilé, mi niña", se ve a lo lejos que lo lleva en la sangre y estar rodeada en su tiendita de aceite y vinagre le da el aliento cada mañana.
Yo no sé a qué esperas para ir a echarte un alguito al pueblo. Aprovecha que ahorita vienen las fiestas y son buenas, buenas, buenas. Sin olvidarte, claro está, de que
"Al entrar en Santa Lucía,
hay una cosa muy bonita,
antes de llegar a la plaza,
la tienda de Conchita".